La experiencia del paciente en Radiología está llena de incertidumbres. Su desconocimiento sobre las dosis que va a recibir y sobre las representaciones gráficas de las imágenes termina por provocarle cierto desconcierto sobre lo que le sucede durante y después de una prueba radiológica. Ocurre cuando se hace una ecografía, una resonancia magnética o una mamografía. En concreto, la paciente que recibe una cita para hacerse una prueba de mamografía habitualmente se hace un recorrido mental sobre cómo va a ser su experiencia.
Si ya tuvo alguna experiencia anterior, recorrerá imaginariamente una misma situación: “Confirman mis datos como paciente, me desvisto de cintura hacia arriba y me colocan frente a un aparato que se llama mamógrafo. Me las aplastan y me dice un Técnico de Radiología que alguno de mis médicos me comunicará el diagnóstico en unas semanas». En este sencillo esquema imaginario también se incluye el ruido de la máquina cuando el técnico da la orden de ‘disparar’ cada una de las cuatro proyecciones que se realizan, y la incomodidad de la posición oblicua cuando se pone la axila sobre una esquina.
Escenas como esta, que corresponden a interpretaciones típicas que las pacientes tienen sobre la prueba de la mamografía, ha provocado que, con el tiempo, se hayan generados muchos mitos sobre la prueba de mamografía. Mitos como el que se ha extendido sobre la utilización del collarín plomado de tiroides afecta al propio estado emocional y de seguridad del paciente. Si se generan dudas e incertidumbres sin evidencia, es muy posible que aumente la tasa de inasistencia en las pruebas de mamografía, que en España ronda sobre el 60 %. Es decir: de cada 100 citas para detectar qué mujeres pueden estar sufriendo alguna enfermedad en las mamas, sólo asisten 60 pacientes. Los mitos más extendidos son:
Las mamografías no ayudan a la supervivencia en cáncer. Falso.
Aunque se está poniendo en tela de juicio la detección temprana o el sistema de cribado poblacional, el aumento de las tasas de supervivencia del cáncer de mama se atribuye a los mejores resultados por la combinación de tratamientos (Radioterapia, Inmunoterapia, Cirugía, Quimioterapia). La detección temprana del cáncer a través de la mamografía no sólo ayuda a la intervención de los tratamientos para sobrevivir al cáncer, sino también para elementos clave en la mujer: si antes se diagnostica, antes se evita la mastectomía o extirpaciones muy pequeñas en cirugía que ayudarán a salvar la propia mama. Y es que, la ‘normalización’ anatómica también es un factor a tener en cuenta.
La mamografía genera cáncer. Falso.
Es cierto que la Radioterapia sí puede generar cáncer. Está probado. Pero las dosis de radiación en las mamografías son parecidas a las de una radiografía. Por tanto, el riesgo de daño oncológico es extremadamente bajo. De hecho, es imposible atribuir a las pruebas de radiodiagnóstico el hecho de que un paciente genere cáncer. Gracias a la innovación en tecnología, las dosis de radiación en la mamografía han disminuido constantemente con el tiempo y, a la vez, han aumentando en precisión y calidad en la imagen, por eso se diagnostica más y mejor. En Radiología usamos el criterio ALARA como principio constante de precaución: sabemos que los beneficios de detectar y tratar algo superan con creces el potencial extremadamente pequeño de daño causado por la exposición a la radiación.
Las mamografías son 100% fiables. Falso.
Aunque las mamografías son la mejor herramienta que tenemos en la detección temprana, su efectividad en la identificación de un cáncer no llega al 100%. Aproximadamente llegan al 80%. Por eso se complementan con la Ecografía, con la Resonancia Magnética e incluso con la Medicina Nuclear (cuando se usa un marcador para detectar actividad tumoral en los ganglios de la axila). También es posible obtener un resultado falso positivo (cuando una mamografía indica la presencia de cáncer y, al realizar pruebas complementarias, se descubre que ese tumor no existe).
Sin embargo, un error diagnóstico no debe ser excusa para desconfiar de la mamografía. Aunque la mayoría de las mujeres recitadas no tienen cáncer, ciertos hábitos de vida no saludables (fumar, obesidad, alcohol, inactividad física) aumentan mucho los riesgos de cáncer de mama. Por tanto, aunque la repetición de pruebas produce inquietud, incomodidad y ansiedad, hay mucha experiencia de que el cáncer puede aparecer y, además, ser muy agresivo.
Las mamografías son dolorosas. Depende.
Pensar en que la compresión en una mamografía es una incomodidad temporal puede ayudar a que el proceso sea más llevadero. Bien es cierto que cada persona tiene un umbral de dolor determinado y cada paciente una estructura de tejidos mamarios diferente, pero a veces lo que más duele es la tirantez que produce en los músculos del hombro y la tensión con la que el paciente se enfrenta a la prueba. La mejor recomendación es recordarle al Técnico de Radiología que ya sufrió dolor la última vez que se la hizo. Él tomará medidas para reducir el efecto de la compresión y, además de entender que la compresión evita el movimiento de la mama, hace que la imagen salga compacta y encima produce menos dosis de radiación. También ayuda a saber que los senos están más sensibles cuando se acerca el periodo, por lo que se recomienda programar la mamografía de rutina en el medio del su ciclo menstrual.
El collarín de tiroides evita radiaciones durante la mamografía. Falso.
El análisis dosimétrico del estudio internacional más citado expresa en sus conclusiones que «el blindaje de tiroides durante la mamografía es innecesario, y puede aumentar las repeticiones en lugar de disminuir la protección radiológica de la tiroides» (media de repetición de pruebas de un 20 %.). En cuanto al riesgo de dosis en glándula tiroides por la mamografía, tenemos que el 7º Informe sobre Efectos Biológicos de la Radiación Ionizante (BEIR VII) determinó que el riesgo durante toda la vida de padecer un cáncer de tiroides inducido por radiaciones es de 14 por cada 100.000 mujeres expuestas a 0,1 Gy.
Por lo tanto, asumiendo la mayor dosis posible de 4,7 mSv por mamografía convencional (es menor en mamografía digital), el riesgo durante la vida de padecer un cáncer de tiroides inducido por un examen de screening para una mujer de 40 años es de seis por billón. Esto es, 1 en 166.000.000 (uno en 166 millones). Incluso, este riesgo disminuye con la edad. Si sumamos el riesgo para múltiples exámenes, el riesgo acumulado de tener un cáncer de tiroides a causa de un screening mamográfico anual entre los 40 y los 80 años es de aproximadamente 56 por billón. Es decir, 1 en 17.800.000 (uno en casi 18 millones). Además: hablamos de ‘riesgo’, y no de evidencia.
En abril de 2012 se publicó en España la Sociedad Española de Protección Radiológica (SEPR) una Nota técnica 2 sobre la utilización de protectores plomados de tiroides en mamografía. Fue emitida con objeto de dar respuesta a las recientes demandas de pacientes que manifiestan su inquietud por un posible riesgo de carcinoma de tiroides por la dosis de radiación recibida en esa zona durante la realización de la mamografía. La SEPR y la SEDIM (Sociedad Española de Diagnóstico por Imagen de la Mama) consideran que no es necesario utilizar protector plomado de tiroides durante la mamografía, dado que, entre otros motivos, el tiroides no está expuesto directamente al haz de rayos X, recibiendo por ello una dosis insignificante, y el uso de estos protectores puede afectar a la calidad de la imagen y a un correcto diagnóstico.
Miguel Ángel de la Cámara, técnico de Imagen Diagnóstica en el Servicio Extremeño de Salud y Director Creativo en Radiología Club
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